La gestión de obras de arte requiere controles que garanticen su autenticidad, su conservación y su correcta inserción en el mercado. Tanto aseguradoras como coleccionistas y fundaciones culturales recurren cada vez más a especialistas que pueden analizar piezas de distintas épocas y procedencias con criterios técnicos y actualizados. La intervención profesional se volvió esencial en un contexto donde las colecciones se amplían, se trasladan y necesitan resguardo adecuado para mantener su valor y su integridad.
En ese marco, el peritaje y valoración de obras de arte se consolidó como un recurso fundamental. Este tipo de evaluación no solo determina el valor económico de una pieza, sino que también aporta información sobre su origen, estado de conservación y elementos que podrían influir en su permanencia dentro de una colección. Para instituciones y propietarios, contar con informes precisos es un paso central para tomar decisiones informadas sobre compra, venta, préstamo o aseguramiento.
Los especialistas que realizan estas tareas trabajan con metodologías que combinan análisis técnico, criterios curatoriales y conocimiento del mercado. Su labor incluye revisar materiales, técnicas y documentación asociada a cada obra. También comparan la pieza con registros históricos, catálogos razonados y bases de datos que permiten identificar autores, fechas y posibles intervenciones. Ese proceso ayuda a reducir riesgos, evitar fraudes y ofrecer seguridad en operaciones que suelen involucrar inversiones significativas.
Para las aseguradoras, los informes profesionales son indispensables. Las pólizas requieren datos precisos sobre el valor y las condiciones de la obra para definir coberturas y determinar montos en caso de siniestros. Sin una evaluación adecuada, los riesgos aumentan y los criterios de indemnización se vuelven difíciles de establecer. Por eso, las compañías del sector suelen trabajar de manera permanente con peritos y tasadores que brindan actualizaciones y verificaciones periódicas.
Los coleccionistas también dependen de este servicio para organizar y proteger sus bienes culturales. Muchos administran fondos artísticos en crecimiento y necesitan registros que detallen autenticidad, procedencia y estado. “La valoración profesional permite conocer el valor real de cada pieza, identificar necesidades de conservación y definir acciones de resguardo”, afirman en Cianarte, empresa especializada, y agregan, “además, facilita la planificación patrimonial y ayuda a resolver transacciones con mayor claridad y respaldo documental”.
Las fundaciones culturales, por su parte, encuentran en estos especialistas un apoyo clave para gestionar exposiciones, préstamos y adquisiciones. Los informes técnicos garantizan que las obras viajen en condiciones adecuadas, que se cumplan requisitos de conservación y que los acuerdos entre instituciones se basen en documentación verificable. En proyectos educativos o exhibiciones itinerantes, esta información se vuelve indispensable para evitar daños y asegurar que cada traslado cumpla con las normas correspondientes.
El trabajo del perito no se limita al análisis físico y documental de una obra. También implica conocer tendencias del mercado, variaciones en la demanda y movimientos en subastas o galerías. Esa información complementa la valoración y permite que propietarios e instituciones tomen decisiones estratégicas. La actualización constante es una parte central de la profesión, ya que el valor de una obra puede modificarse por cambios en la escena artística, descubrimientos históricos o nuevas publicaciones académicas.
La presencia de profesionales formados en peritaje y valoración contribuye a que las colecciones se desarrollen con seguridad y transparencia. Su trabajo fortalece la confianza entre propietarios, instituciones y aseguradoras, y brinda soporte a quienes buscan proteger su patrimonio cultural. La incorporación de estos servicios impulsa una gestión más ordenada y responsable que beneficia a todo el sector.