Un estudio publicado en Journal of Negative and No Positive Results, habla de la crisis en paralelo que está dejando esta pandemia: la psicológica y emocional de las personas y la población. Y es que, el COVID-19 ha puesto del revés nuestra vida social, laboral y cotidiana.
Cuando terminemos el confinamiento, la vuelta no será a la normalidad. Para frenar la expansión de este virus hemos tenido que cambiar radicalmente nuestra forma de trabajar, de socializar, de disfrutar, en definitiva, de vivir. La situación que vivimos tiene, además, una particularidad en relación con otras emergencias sanitarias: la soledad.
Así pues, Cristina Rodríguez Cahill, psicóloga autora del estudio, expone los 5 retos psicológicos que debemos de luchar:
Reto 1: Cuidar de nuestros sanitarios
Los profesionales de la salud son una población de alto riesgo para el desarrollo del trastorno por estrés postraumático o cuadros ansioso-depresivos. Las extenuantes jornadas de trabajo, la presión asistencial debido al desbordamiento de los hospitales, la falta de recursos materiales para llevar a cabo su trabajo, el miedo al contagio por la escasez de sistemas de protección, la necesidad de tomar decisiones que tienen un impacto decisivo sobre la vida de las personas y la resonancia emocional del sufrimiento ajeno, están poniendo al límite la salud mental de nuestros sanitarios y, en especial, de aquellos profesionales que trabajan en las UCIs.
Estudios sobre los estragos psicológicos de otras pandemias nos indican que los profesionales sanitarios reportaron síntomas más severos de estrés postraumático, más conductas de evitación, más sentimientos de rabia, miedo, frustración, culpa, desesperanza, tristeza y preocupación. Estos profesionales estaban más preocupados sobre la posibilidad de contagiar a otros y sobre la enfermedad que la población general.
Reto 2: Refuerzo de la atención psicológica para la población
Aquellas personas más vulnerables, con patología mental previa o con experiencias especialmente duras tienen mayor riesgo de desarrollar trastornos psicológicos o empeorar sus síntomas por esta situación. Además, dada la menor conciencia de riesgo, las dificultades para el autocuidado, la impulsividad y el deterioro cognitivo son posibles factores para aumentar el riesgo de contagio. Por todo esto es vital reforzar la atención a estos colectivos.
Reto 3: El impacto psicológico del confinamiento
Un sentimiento de extrañeza con sabor a distopía nos acompaña a todos en este encierro. La incertidumbre y la vulnerabilidad han pasado a ser los nuevos habitantes de nuestro hogar, convertido en una pequeña prisión cotidiana. El confinamiento genera una pérdida de la rutina, una reducción del contacto social y físico, frustración, aburrimiento y una sensación de soledad que puede resultar difícil de gestionar para muchas personas.
Estudios previos sobre las medidas tomadas en confinamientos de pandemias como la del SARS (2003) o la del ébola (2014), estiman que la población en cuarentena puede sufrir ansiedad hasta un 20% y un 18% síntomas depresivos. Además, señala cambios conductuales significativos incluso meses después del periodo de cuarentena, como el mantenimiento de la hiperalerta, del lavado de manos excesivo o la evitación de multitudes. Los grupos que más sufrirán este impacto serán personas mayores, sanitarios, embarazadas, niños y personas con patologías mentales previas.
Reto 4: Asumir las pérdidas durante la crisis del COVID-19
Debido a que los enfermos son aislados en los hospitales cuando fallecen, sus familiares y amigos no pueden despedirse en persona. A esta situación hay que añadir que el procedimiento de manejo de cadáveres de casos del COVID-19 no permite velar al muerto y, por supuesto, tampoco permite celebrar funerales. Esta situación dificulta mucho el proceso de elaboración de un duelo, asegura la especialista.
Reto 5: el desarrollo de la resiliencia colectiva
La resiliencia es la capacidad de las personas para adaptarse positivamente a situaciones adversas o traumáticas, reflexiona Cristina Rodríguez. En todo este proceso es fundamental no ignorar la importancia de los procesos colectivos en la resignificación que supone la superación de experiencias adversas. La participación ciudadana permite empoderar a la población y tener una mejor respuesta a la situación traumática.
Esta crisis sanitaria puede ser una oportunidad colectiva para buscar nuevos modos de relación y de vida social más en equilibrio con nuestros congéneres y nuestro entorno. Para sanarnos necesitamos una mutación social, un cuestionamiento de nuestras bases de convivencia, donde la cooperación y la solidaridad pasen a convertirse en algo estructural y no anecdótico. Esto se ve cada día con los aplausos desde las ventanas y balcones, el ofrecimiento altruista de ayuda a hacer la compra a nuestros mayores, las donaciones de aquellos que pueden sumar por su trabajo y actividad industrial o aportando lo que pueden.
Seguramente esta pandemia nos traiga sufrimiento, pero también algunos valiosos aprendizajes.
Referencia:
Rodríguez Cahill C. Cinco retos psicológicos de la crisis del Covid-19. JONNPR. 2020;5(6):nnn-nn. DOI:
10.19230/jonnpr.3662