En el corazón de la cultura española, tanto la gastronomía como los bares son pilares fundamentales de la cultura. Son escenarios que tejen la trama de encuentros sociales, desde los primeros rayos del sol hasta las últimas sombras de la noche: desayunos que despiertan al país, almuerzos que celebran la pausa diaria, tapas que narran historias con cada bocado, cañas que brindan por la amistad y cenas que cierran el telón de la jornada.
El arte de disfrutar en bares y restaurantes no solo es una tradición, sino una inversión anual significativa para los españoles. La cifra reveladora es que cada ciudadano destina alrededor de 1.000 euros al año a estas experiencias culinarias. Un dato revelador que, en el último año, se situó en 999,98 euros por persona, subrayando la arraigada costumbre de deleitarse con la oferta gastronómica y social que estos establecimientos ofrecen.
Comunidades Autónomas: Un banquete de diversidad en gastos
En el fascinante mapa de las preferencias culinarias, el País Vasco destaca como la comunidad autónoma que lidera el ránking en gastos en hostelería en España. Sus habitantes no escatiman en saborear la vida, dedicando un promedio de 1.359 euros al año en estos negocios, un 13% por encima de la media nacional.
Siguiendo de cerca, Navarra emerge como un competidor fuerte en este festín gastronómico, con un gasto anual de 1.234 euros por persona. La Rioja y Madrid se unen a la competencia, presentando cifras de gasto muy similares a los navarros, según el estudio ‘Comer y beber fuera de casa: costumbres, salud, actividad económica’, publicado por EITB Data. Estos datos coinciden con los resultados de la última encuesta del INE sobre los Presupuestos Familiares correspondientes a 2022.
Contrastes en el paladar financiero: Comunidades con menor gasto
En el otro extremo de la escala, se ubican Canarias, Castilla-La Mancha y Cataluña, donde los ciudadanos realizan un gasto medio anual más moderado, ascendiendo a 706, 778 y 825 euros por persona, respectivamente. Estas cifras revelan un contraste significativo con respecto a los vascos, ya que representan casi la mitad del desembolso económico en experiencias culinarias.
Dadas estas cifras, los establecimientos buscan incentivar la llegada de nuevos clientes e incrementar el flujo de público. Ofreciendo desde comida casera en Sant Celoni o internacional, hasta entretenimientos lúdicos y ofertas para el after office, como parte de las ideas que se ponen en práctica con éste fin.
En este sentido, desde La Banqueta, comentan: “Utilizamos recetas tradicionales transmitidas de generación en generación. Nuestro menú está lleno de delicias clásicas que te harán sentir como si estuvieras comiendo en casa de tu abuela.”
El valor cultural y social
Más allá de las cifras, estos datos reflejan el profundo arraigo de la cultura española en torno a la experiencia gastronómica compartida. Los locales de gastronomía no solo son espacios de deleite culinario, sino también arenas donde se forjan relaciones, se celebran momentos y se construye la identidad colectiva.
En un país donde la gastronomía es un lenguaje universal, el acto de compartir una mesa va más allá de la nutrición; es una expresión de identidad, tradición y conexión social. En cada rincón de España, desde la vibrante actividad en los bares vascos hasta la paleta culinaria en las terrazas catalanas, la relación con estos establecimientos trasciende lo meramente económico, convirtiéndose en un capítulo esencial de la narrativa cultural española.
