Nos hallamos inmersos en uno de los veranos más secos y calurosos de los que se tiene constancia desde que existen registros.
Las olas de calor no dan tregua, sin apenas finalizar una de ellas llega la siguiente, asfixiando a una sociedad cada vez más consciente de que algo sucede con el clima, aunque muchos continúen negando su parte de culpa en un problema global.
Las elevadas temperaturas unidas a la falta de lluvias hacen que el riesgo de incendio en buena parte del país sea extremo. Basta con una pequeña chispa, provocada o no, para que se desencadene el desastre, un infierno en la misma tierra, una estampa que desgraciadamente nos hemos acostumbrado a ver, a padecer, a sufrir, y que supone, en buena parte de los casos, no solo grandes pérdidas económicas, sino también, y más importante si cabe, pérdidas de un gran valor ambiental, pues buena parte de las hectáreas quemadas en lo que va de año formaban parte de parques naturales o eran reserva de la biosfera.
Y en este contexto, en el de una España que arde debido a las elevadas temperaturas, queremos poner el foco en esos héroes anónimos que se enfrentan al infierno no siempre con los medios necesarios, esos héroes que en ocasiones resultan mal parados al realizar su trabajo, esos que, en el mejor de los casos solo sufren quemaduras.
Y es que, enfrentarse al mismísimo infierno puede tener consecuencias desastrosas para los humanos, las quemaduras suelen encontrarse entre las lesiones más comunes de aquellos que se enfrentan a un fuego, pero, además de por el fuego, las quemaduras pueden estar provocadas por agentes químicos y por la electricidad.
Las quemaduras se clasifican según su profundidad, extensión, localización y, como hemos visto, agente productor.
En función de su profundidad se distinguen tres grados. Las de primer grado son aquellas en las que solo se ve afectada la epidermis, un caso muy común de este tipo de quemaduras son las provocadas por el sol, se caracterizan por curar espontáneamente, aunque existen cremas para acelerar su curación y calmar las molestias. Las quemaduras de segundo grado son aquellas en las que se ven afectadas la epidermis y parte de la dermis, y dentro de estas se debe diferenciar a su vez entre las superficiales y las profundas, las primeras, caracterizadas por presentar ampollas, curarán de forma espontánea, por el contrario, las profundas, en las que la piel presenta un aspecto blanquecino, podrán requerir tratamiento quirúrgico. Las quemaduras de tercer grado son las más peligrosas, dado que afectan a todo el espesor de la piel (epidermis y dermis) y, por lo tanto, requerirán de tratamiento quirúrgico.
“Las quemaduras pueden ocasionar graves secuelas estéticas y funcionales. De ahí la importancia de un correcto tratamiento desde el primer momento. Un tratamiento quirúrgico que en el caso de tratarse de quemaduras de segundo o tercer grado implicará la escisión de la quemadura o la eliminación de superficie quemada y la posterior colocación de injertos de piel, aunque, en determinados casos, será necesario recurrir a procedimientos más complejos” comentan desde la Clínica Saona, especialistas en cirugía estética, cirugía reconstructiva y medicina estética.
Las quemaduras de mayor gravedad son aquellas que afectan a la cara y cuello, superficies de flexión y genitales, pudiendo acarrear problemas psicológicos y emocionales, de ahí que la cirugía reparadora y reconstructiva juegue en estos casos un papel esencial, encargándose de devolver a la persona afectada la cualidad estética y la funcionalidad, logrando de este modo, eliminar muchas de las secuelas del horror vivido.