Mahón, Menorca, Baleares, España. Año 2022. El escenario no puede ser más esperanzador, a pesar del miedo que las noticias venden. Se trata de recuperarse de la neurosis que la pandemia y la guerra en Ucrania han provocado. No obstante, ya se venía cociendo en la isla bonita un vórtice específico dedicado en exclusiva al arte contemporáneo -con dineros oficiales y privados, pero sobre todo con iniciativas de capital/entusiasmo como la que ahora nos ocupa.
En el puerto, muelle de poniente, nace este verano la galería Atica, un espacio que es exclusivo sin ser excluyente, que se impone en el circuito sin ser hijo de planes quinquenales, y que apuesta por la integración del arte y el artista locales con la variopinta fauna que, cada día con más fuerza, viene a repoblar los muros y los salones de inversores varios, amores de nuevo cuño o simples sintomáticos de Stendhal, como el que estas líneas firma.
La iniciativa la pilota Pol Marban, tan local como el que más, a pesar de su vocación internacional y de arbolar una obra honda y madura, en contraste con la viveza de su ojo más “coquin”, colorista y asalvajado. Le acompañan en su empeño firmas como la de David Monrós, hijo espiritual de Crumb y firmante de peso, por auténtico y viable (tal vez hasta coherente). Otra firma de objetos de reciclaje práctico y estético de exquisito valor añadido –Scone– le da el toque sostenible que necesitaba una iniciativa tan audaz como integradora.
Mención especial merece el apartado escultórico, enriquecido por la presencia de piezas de Joel Llopis. Disfruten el descubrimiento los lectores y paseantes de calculado distraimiento (“flâneurs”, del francés).
En Atica no hay “Green Washing” ni “Money Laundering”, en Atica hay gente creando belleza para su gente. Todo lo demás, es pura causalidad.
Atica Art Gallery – Moll de Ponent, 36 – Maó